SALUD PUBLICA DE MEXICO NOVIEMBRE-DICIEMBRE DE 1993, VOL.35, No.6 TITULO: MAQUILADORAS Y MUJERES FRONTERIZAS: ¿BENEFICIO O DAÑO A LA SALUD OBRERA? AUTORES: MONICA JASIS, M.C., M.P.H.-1 SYLVIA GUENDELMAN, PH. D.-2 RESUMEN En este artículo se analiza el impacto de las condiciones de trabajo en la salud de las mujeres que laboran en plantas de ensamblaje conocidas como "maquiladoras". Se estudió una muestra de 480 mujeres residentes en Tijuana, con características socioeconómicas similares. Del total, 120 mujeres trabajaban en maquiladoras electrónicas, 120 en la industria textil, 120 eran trabajadores de servicios y otras 120 no tenían historia laboral. Se logró un perfil de salud comparativo, considerando aspectos físicos y psicosociales. Para ello se utilizaron novedosos instrumentos que permitieron medir el grado de depresión, nerviosismo, impedimentos funcionales y sentido de control sobre la vida. Las respuestas se obtuvieron de encuestas individuales en la comunidad. A pesar de que se observaron niveles altos de depresión y bajo sentido de control sobre la propia vida en el grupo de mujeres maquiladoras, los resultados indican que estas obreras-particularmente de la industria electrónica sufren menos impedimentos funcionales y nerviosismo que las trabajadoras del sector servicios. A su vez, se detectó un mayor riesgo de dar a luz a niños con bajo peso al nacer, en las obreras maquiladoras. Palabras clave: salud ocupacional, maquiladoras, salud fronteriza, salud de la mujer, salud reproductiva Jasis M. Guendelman S. Maquiladoras y mujeres fronterizas: ¿beneficio o daño a la salud obrera? Salud Publica Mex 1993; 35: 620-629. La industria maquiladora constituye una importante fuente de trabajo para la población joven residente en la frontera de México con Estados Unidos, sobre todo a partir de la crisis económica de la década pasada. Hoy en día, esta industria incluye el ensamblaje de diversos artículos, desde material electrónico hasta maquinaria agrícola. En general, las plantas maquiladoras contratan mujeres que tienen entre 16 y 30 años de edad, dando preferencia a las solteras y sin hijos. Las jornadas de trabajo son intensas y la estabilidad o baja rotación es uno de los objetivos que la industria persigue para poder cumplir con las altas cuotas de producción. Muy poco se sabe con respecto al efecto que este tipo de trabajo (principalmente las tareas minuciosas y repetitivas) tiene en la salud de la mano de obra, en especial en las mujeres en edad reproductiva. Los trabajos existentes,(1-3) adolecen de errores metodológicos o se limitan a ser textos de tipo anecdótico,(4) que poco aportan al análisis científico del fenómeno. En este artículo se examina el impacto de las condiciones de trabajo en la salud de las mujeres empleadas en las maquiladoras, entendiendo el estado de salud como el resultado de una serie de indicadores físicos, psicológicos y de conductas de salud. Se incluyen los resultados de un estudio realizado en Tijuana, en 1990, con una muestra de 480 mujeres, la mitad de la cual eran obreras de plantas maquiladoras de las dos ramas industriales más desarrolladas: la electrónica y la del vestido. Se plantean recomendaciones que pueden servir de guía para futuras investigaciones y políticas institucionales, con medidas para mejorar las condiciones de salud y de trabajo de las obreras. MATERIAL Y METODOS Actualmente, existen cerca de 2 200 plantas manufactureras en la frontera México-Estados Unidos, que emplean a más de medio millón de obreros. Con la aceptación del Tratado de Libre Comercio, cabe esperar que esta cifra se multiplique en pocos años.(5) Estas industrias dependen de los bajos costos de producción y de una mano de obra eficiente, estable y flexible. La tendencia es a contratar a mujeres jóvenes, pues son las que generalmente carecen de experiencia, así como de especialización. Además, se piensa que las mujeres poseen mayor destreza manual en los trabajos que implican alta concentración y monotonía en su ejecución.(6) Los criterios de selección que utilizan las compañías ensambladoras de exportación son similares, independientemente de su localización a nivel mundial. Se orientan a contratar a las mujeres menores de 30 años de edad, preferentemente solteras y sin hijos (para evitar las prestaciones por maternidad y reducir el ausentismo debido al cuidado de los hijos). El requisito "edad", según los administradores de las maquiladoras en Tijuana, está relacionado con el "supuesto buen estado de salud" de las mujeres jóvenes y, por tanto, con el buen rendimiento en la ejecución de las tareas.(7) Aunque se sabe que los procesos de manufactura implican el manejo de materiales y ritmos de trabajo que significan riesgos para la salud, existe la controversia acerca de si el trabajo de la mujer en la maquiladora mejora, mantiene o deteriora su estado de salud. El principal objetivo fue determinar si la ocupación en la industria maquiladora y las características del ambiente de trabajo tenían un efecto favorable o adverso en la salud de las trabajadoras, tomando en cuenta los factores de la comunidad y el espacio doméstico. Asimismo, se buscó identificar los factores que permitan predecir el estado de salud de las mujeres. Dado el difícil acceso al interior de las plantas, no se midieron las condiciones físicas internas, como la exposición a tóxicos u otros riesgos. Asimismo, se pretendió obtener un perfil del estado de salud, de las conductas de salud y de los estilos de vida de las obreras, identificando áreas de necesidades para futuras intervenciones. Se consideró la "salud" de las mujeres como un concepto integral que consta, al menos, de dos esferas: la física y la psicosocial. Ambas se midieron a través de resultados que están identificados en la bibliografía como problemas de salud estrechamente relacionados con la baja productividad y con la rotación de personal. La salud física se midió por síntomas físicos que las entrevistadas declararon haber padecido hasta 30 días antes de aplicarse la encuesta. El "impedimento funcional" se entendió como la presencia, al menos, de un problema de salud seleccionado de un listado de 15 síntomas, como dolores articulares, cefaleas, problemas gastrointestinales, etcétera. Se investigaron también los problemas relacionados con la salud reproductiva. En cuanto a la salud psicosocial, se consideraron dos resultados: la depresión y el nerviosismo autopercibidos. El primero es un componente afectivo (como la culpa, la poca autoestima y las afecciones somáticas); se midió con la Escala del Centro de Estudios Epidemiológicos (CESD), usada en estudios sobre la población mexicano-norteamericana en Estados Unidos. El "nerviosismo" o "tensión", se midió con una escala de cuatro grados que va de "nunca" a "siempre". Asimismo, se investigó el "sentido de control sobre la propia vida". Este factor determina si las situaciones que vive un individuo son manejadas con confianza y optimismo. Se aplicó la escala de "estrés percibido" de Cohen (PSS), la cual ha demostrado que la evaluación cognoscitiva de un individuo sobre su trabajo y sus condiciones de vida, es crucial para comprender sus respuestas fisiológicas, afectivas y de conducta.(8) Para apreciar el impacto que tienen los "resultados de salud" en el trabajo, se compararon los de las obreras maquiladoras con los de las trabajadoras de servicios y de las mujeres de la misma edad y condición social, pero que nunca se integraron a la fuerza de trabajo. En un segundo análisis, se compararon los tres grupos asalariados, tomando variables ocupacionales como antigÅedad en el trabajo y prestaciones sociales. Se analizaron las características psicosociales del ambiente de trabajo, adaptando la Escala de Karacek, que estima qué tanto control tiene el individuo sobre su propio trabajo; se relaciona con el sentido de "satisfacción con el propio trabajo" a partir de la adquisición de nuevas destrezas de la autonomía que se tenga en la toma de decisiones y del apoyo que ofrecen los colegas y supervisores.(9) Además de las características ocupacionales, los resultados de salud pueden verse afectados por otra serie de factores que no tienen relación directa con el trabajo, pero que es necesario controlar para lograr un análisis limpio, a saber: a) características sociodemográficas; b) presiones intradomésticas; c) estado autopercibido de salud; d) auto imagen negativa; e) toxicomanías; y f) conductas de protección de la salud. Así, en la figura 1 se establece el diagrama conceptual. Imagen 1 Se propone que el status ocupacional y las características del trabajo pueden influir directamente en los cuatro resultados de salud. Los efectos de la ocupación sobre la salud, pueden estar modificados por las variables a controlar. MUESTRA Y PROCEDIMIENTOS PARA LA RECOLECCION DE DATOS El estudio se realizó en la ciudad de Tijuana, pues es el área que ha experimentado la mayor tasa de crecimiento en los últimos años, concentrando 18 por ciento del total de la fuerza laboral de la maquila.(6) Se organizó una muestra a conveniencia de 480 mujeres, con la ayuda de 10 promotoras de salud del Patronato de Medicina Social Comunitaria, organismo no gubernamental que brinda atención primaria. Antes de aplicar la encuesta, las promotoras de salud anunciaron el proyecto en la comunidad. Asimismo, elaboraron listas de posibles participantes, usando los siguientes criterios de selección: mujeres de 16 a 28 años, residentes en Tijuana, que no estuvieran embarazadas y sin relación con las entrevistadoras. Sólo se seleccionaría una persona de cada domicilio. Las promotoras desconocían los objetivos del estudio. Las cuotas fueron de 120 mujeres para cada uno de los cuatro grupos: a) obreras de la maquila electrónica; b) obreras de la maquila del vestido; c) empleadas del sector servicios; d) amas de casa y estudiantes sin historia laboral. Las trabajadoras se subdividieron en tres categorías, con base en la antigÅedad en el empleo: menor o igual a seis meses; de siete a 23 meses y de 24 meses a más. Las trabajadoras de la industria electrónica ensamblan artículos microeléctricos o bien limpian circuitos. Las del vestido, cosen ropa y accesorios. El sector servicios incluye a las mujeres que trabajan en oficinas públicas y privadas, a las vendedoras, asistentes en salones de belleza, camareras, maestras de escuela y choferes de taxi. Todas las mujeres comparten condiciones socioeconómicas y geográficas similares. El cuestionario fue pre-codificado. Las entrevistas duraron alrededor de 45 minutos y se efectuaron en el domicilio de las entrevistas, siendo verificadas por un supervisor de campo. RESULTADOS En el cuadro I se aprecia el perfil socioeconómico de la muestra. La edad promedio de las trabajadoras es de 21 años. Más del 70 por ciento de las trabajadoras son solteras y viven con su familia. Se consideran residentes habituales de Tijuana, ya que más del 60 por ciento nació ahí o residía en el área desde por lo menos 10 años atrás. Sólo un tercio de las obreras tiene hijos. Imagen 2 En comparación con las trabajadoras de servicios, las obreras maquiladoras tienen 2.2 años menos de educación formal e ingresos familiares más bajos (p< 0.01), además de que no cuentan con automóvil propio ni con teléfono en sus hogares. Al compararlas con las mujeres no asalariadas, las maquiladoras tienen menor grado de educación y tienden a ser solteras o divorciadas y sin hijos (p< 0.01). Los ingresos por hogar son más altos, especialmente entre las que trabajan para la industria del vestido (p< 0.01). Las obreras de la industria electrónica ganan menos que las de servicios; su salario representa un promedio del 45 por ciento del ingreso familiar. Además, las obreras de la maquila trabajan en promedio seis horas más a la semana que las de servicios.(10) El cuadro II muestra diferencias significativas en cuanto a las características del ambiente laboral, mismas que pueden constituir fuentes de estrés y están relacionadas con la satisfacción con el propio trabajo. Las trabajadoras de la maquila y, en especial, las del vestido, informaron tener menos oportunidades de aprender nuevas destrezas (p= 0.08) y menos autonomía en la toma de decisiones al ejecutar las tareas (p= 0.01), comparadas con el sector de servicios. Asimismo, manifestaron contar con menos apoyo de sus supervisores y colegas (p= 0.07). Los tres grupos afirmaron tener oportunidades de ascenso medianamente probables. Imagen 3 No obstante lo anterior, las obreras de la maquila informaron sentirse tan satisfechas en sus labores como las del sector servicios, contando con más estímulos que aquéllas, como el seguro médico (p= 0.0001) y los bonos por desempeño (p= 0.005). Resumiendo, las obreras de la maquila electrónica y del vestido tienen menor grado educativo, trabajan más horas, carecen de automóvil y perciben un menor control sobre sus labores que las del sector servicios. En consecuencia, se podrían esperar peores resultados de salud en las obreras maquiladoras. Sin embargo, comparando los tres grupos asalariados, los hallazgos indican que éstas no sufrieron más impedimentos funcionales que las de servicios. De hecho, menos obreras de la industria electrónica (17.5%) informaron sobre impedimentos de este tipo, en comparación con las del vestido (25.6%) o de servicios (26.9%). El cuadro III muestra un modelo de regresión múltiple, que pone de manifiesto que las obreras de la maquila electrónica y del vestido, tienen menos riesgo de sufrir impedimentos funcionales que las de servicios. Imagen 4 En cuanto a la depresión, los resultados para los tres grupos laborales fueron similares en la escala CES-D. La depresión fue considerable en los tres grupos de mujeres asalariadas (tomando en cuenta que 16 es el valor límite para "depresión", las obreras de la electrónica obtuvieron una media de 15.2; las de la industria del vestido de 17.2 y las de servicios de 17). Esto no varió al ajustar por otras variables (cuadro III). Algunos autores han observado elevados niveles de nerviosismo en las obreras de las maquiladoras. Los resultados aquí obtenidos no corroboran esta afirmación, como se aprecia en la figura 2. Ese factor se midió con una escala de cuatro puntos, que va de "nunca" a "todos los días". El "nerviosismo" que manifestaron las obreras de la industria electrónica, es menor que el de las de servicios: mientras una de cada tres empleadas de servicios informó sentirse "nerviosa" de una a dos veces por semana, la proporción en las obreras de la industria electrónica fue de una de cada cinco. Los tres grupos demostraron tener poco sentido de control sobre sus vidas (figura 3), lo que indica altos niveles de estrés. El ajuste por otras variables no alteró el resultado (cuadro III). Imagen 5 Imagen 6 Hasta ahora, todo indica que las obreras de las maquiladoras presentan ventajas en el estado de salud, en comparación con el de las empleadas del sector servicios. A fin de contar con más elementos para evaluar el estado de salud, se buscaron los predictores de los resultados de salud referidos en el diagrama metodológico ya citado. El análisis de regresión indicó que ni el factor "antigÅedad en el trabajo", ni los estímulos como "premios al desempeño" o "seguro de salud", fueron predictores de las diferencias entre los grupos asalariados. Sin embargo, al observar el factor subjetivo "insatisfacción en el trabajo", se hizo evidente que las mujeres que lo manifiestan son más propensas a sufrir "depresiones" y a referir "nerviosismo" y "falta de sentido de control sobre sus propias vidas". De esa manera, el factor "insatisfacción en el trabajo" predijo los otros tres resultados de salud (cuadro III). La situación socioeconómica resultó mejor predictor del estado de salud percibido, que el propio tipo de trabajo. Las mujeres que hablaron de la falta de dinero para satisfacer sus necesidades básicas, tendieron a manifestar también problemas de salud en la realización de sus tareas normales. Asimismo, se compararon los resultados de salud de las obreras de la maquila con los de las mujeres no trabajadoras, y no se encontraron diferencias significativas, excepto para el factor "sentido de control sobre la propia vida", que fue ligeramente mayor en el grupo de las amas de casa y estudiantes. En materia de salud reproductiva, al estudiar las características del producto del último embarazo, se encontró que los hijos de las obreras de la maquila tuvieron una media de peso, al nacer, más baja que la que tuvieron los hijos las empleadas en servicios y de las no asalariadas. Estas últimas fueron las más prolíficas (cuadro IV). +-----------------------------------------------------------+ CUADRO IV Peso al nacer de los hijos del último embarazo, de trabajadoras de la máquila, del sector servicios y de las no asalariadas N= 163: ----------------------------------------------------------- No Maquiladoras Servicios asalariadas n= 39 n= 22 n=102 Promedio de peso al nacer (kg) 3.158 3.578 3.462 Desv. Estándar(g) 625 541 622 +-----------------------------------------------------------+ N= Total de hijos del último embarazo n= Hijos del último embarazo por sector Con respecto a las medidas de prevención en salud, una de cada cinco mujeres nunca se sometió a un examen médico preventivo y a dos terceras partes del total de las mujeres encuestadas nunca se les ha realizado una prueba de Papanicolaou. Aun así, el resultado del estado de salud de las trabajadoras de la industria maquiladora fue favorable al compararlo con el correspondiente a las trabajador as de servicios o al de las no trabajadoras. Sin embargo, es importante tener en cuenta los posibles sesgos del estudio: pudo haber un "sesgo de selección" debido a que se descartaron las posibles encuestadas que no acudieron a la entrevista; si esto llegó a ocurrir, fue en una mínima proporción. El sesgo factible corresponde al "efecto del trabajador sano" que, en este caso, es intrínseco a las condiciones de contratación de las obreras maquiladoras. Si uno de los principales requisitos para ser contratado en la maquila es que el individuo goce de "buena salud", se podría esperar que los resultados de salud de la población obrera de esta industria, fueran mejores. Pero, con base en entrevistas directas con administradores de plantas y con personal de salud de las mismas, se observó que el "examen de salud" es muy superficial: consiste en una prueba de agudeza visual y otra de embarazo en orina. Por otra parte, los requisitos de buen estado de salud son cada vez menos estrictos, dada la creciente necesidad de mano de obra en esta industria en expansión. DISCUSION Los resultados hacen a pensar que el estado de salud de las obreras maquiladoras es mejor que el de las mujeres empleadas en servicios y que el de las mujeres que no trabajan. El solo hecho de trabajar en este tipo de industrias no implicaría un empeoramiento de las condiciones individuales de salud. Sin embargo, el estudio indica elementos prioritarios en las intervenciones en salud, que cabe considerar en la conformación de políticas de salud dirigidas a la población femenina de la frontera. Los altos niveles de depresión y el poco sentido de control sobre la vida que manifestaron las obreras de la maquila, ameritan atención: ambas variables están determinadas por el insuficiente apoyo por parte de los colegas y de los supervisores. Los propios cuadros administrativos reconocen que el nivel de "supervisión" dentro de las plantas genera problemas en las relaciones, ya que para ser "supervisor" generalmente sólo se requiere de capacidad y experiencia en la ejecución de tareas específicas, así como de cierta antigÅedad; es decir, que se presta poca importancia a la habilidad en el manejo de las relaciones. En una reunión de exposición preliminar de este trabajo con directores de personal y con cuadros medios de varias maquiladoras, se reconoció que el entrenamiento a los supervisores es casi nulo.* Así, es necesario llevar a cabo acciones para modificar el ambiente de trabajo en las áreas de producción, lo cual redundará en el mejoramiento del estado de ánimo de las obreras. El factor con mayor capacidad de predicción del estado de salud, fue la autopercepción de la incapacidad para cumplir con las obligaciones básicas, debida a la "falta de dinero". Este factor se correlaciona con la existencia de tensiones en el hogar, con las condiciones de vivienda deficientes y con el bajo nivel de ingresos y de educación. Este factor, al afectar la salud, incide en la productividad. Al respecto, cabe aclarar que, a pesar de que las obreras de la maquila generalmente perciben un salario un poco más alto que el mínimo, éste resulta insuficiente, pues el costo de la vida en la frontera es más elevado que en el resto del país. Por otra parte, las obreras, al menos en Tijuana, suelen vivir en comunidades que carecen de servicios básicos, como agua potable, drenaje y transporte público. Si las empresas maquiladoras optaran por participar en el mejoramiento de las condiciones de vida de su fuerza laboral, ello redundaría en el bienestar de la misma y de sus familias. Con respecto a la salud reproductiva, se encontró que las obreras de las maquiladoras sí corren mayores riesgos de dar a luz a niños de bajo peso, lo cual se traducirá en un costo social alto. Por otra parte, se hizo evidente que las trabajadoras de la maquila tienden a adoptar conductas que son directamente riesgosas para la vida reproductiva, como el mayor consumo que hacen las obreras de la industria electrónica, de analgésicos y cigarrillos (cuadro III), y la propensión de las trabajadoras de la industria del vestido a tener constantemente nuevas parejas sexuales, en comparación con las del sector servicios. Es necesario que el Instituto Mexicano del Seguro Social o bien los servicios médicos internos de las fábricas promuevan, mediante estrategias, la protección de la salud reproductiva de estas mujeres. Sería recomendable establecer programas que incluyan la realización periódica de la prueba de Papanicolaou, así como el monitoreo del uso de métodos anticonceptivos. Por último, una tercera parte de las trabajadoras manifestó su preocupación por la carencia de guarderías; este factor podría agregarse a la "insatisfacción autopercibida". Este trabajo responde a los objetivos propuestos, debido a los vacíos de información científica objetiva, sin sesgos conceptuales. Sin embargo, es necesario llevar a cabo estudios epidemiológicos longitudinales en diferentes ramas de la industria maquiladora, y de exposición a riesgos propios en cada proceso, para lo cual se requiere que las empresas manifiesten una mayor apertura y que el sector salud preste mayor atención al asunto. Con respecto a la metodología, resultaron de mucha utilidad las escalas para medir niveles de depresión, estrés y el sentido de control sobre la propia vida, adaptadas a la población estudiada. Se sugiere que estos instrumentos se utilicen con más frecuencia, inclusive para comparar impactos con diferenciales por sexo y en otras ramas industriales.** Por otra parte, también se sugiere la aplicación de estrategias de investigación evaluativa que tomen en cuenta las necesidades sentidas por las trabajadoras, por los cuadros de supervisión y de administración y por el equipo de salud, para poder llevar a cabo intervenciones específicas para las trabajadoras de las maquiladoras, a corto y mediano plazo. Los indicadores económicos muestran que la industria maquiladora de exportación es fructífera. Con la puesta en práctica del Tratado del Libre Comercio, aumentará el interés por invertir en esta industria. En la medida en que se establezcan con amplitud los programas de salud específicos para las obreras de la industria maquiladora, no sólo se tendrán en cuenta sus problemas, sino que será posible detectar y prevenir enfermedades de la población fronteriza, especialmente en la de alta prioridad: la materno-infantil. AGRADECIMIENTOS Las autoras agradecen a los doctores Len Syme y Bill Vega sus valiosos y desinteresados comentarios al trabajo; al licenciado Arturo Torres y al doctor Mark Hudes su participación en el análisis de datos; al psicólogo José Luis Manzo la supervisión de campo, y a las promotoras de salud, su labor, pues sin ellas hubiera sido imposible obtener la información. Este proyecto fue financiado por la Corporación Carnegie de Nueva York y por PEW Charitable Trusts, bajo el auspicio de la organización Panamericana de la Salud. ------------------------------------------------------------- Solicitud de sobretiros: Mónica Jasis Silberg, M.D., M.P.H., 1903 Mc. Gee Avenue, Berkeley, 94703 California, E.U.A. Fecha de recibido: 23 de marzo de 1993 Fecha de aprobado: 1 de junio de 1993 -1 Fue directora de investigación en el Project Concern Mexico en Tijuana y actualmente es Jefe de Medicina Preventiva en el Hospital "Juan María de Salvatierra" en La Paz, B.C.S. -2 Profesora investigadora del Programa Materno Infantil de la Universidad de California en Berkeley, E.U.A. *Reunión convocada por la Western Maquiladora Trade Association y La Asociación de Maquiladoras de Tijuana, en el local de la CANACINTRA, en marzo de 1991. Se presentaron resultados preliminares a directivos, gerentes de personal y personal de salud de las plantas maquiladoras de Tijuana y Mexicali. ** Los instrumentos de evaluación están disponibles mediante solicitud a las autoras. REFERENCIAS 1. Carrillo J, Jasis M. La salud y la mujer obrera en las plantas maquiladoras. El caso de Tijuana. Tijuana, B.C., México: El Colegio de la Frontera Norte, 1983 2. Carrillo J. Maquiladoras: industrialización fronteriza y riesgos de trabajo. El caso de Baja California. Economía: Teoría y Práctica, 1984; 6: 97-132. 3. Hovell M, Sipan C et al. Occupational health risks for Mexican women: The case of the maquiladora along the Mexican- U.S. border. Int J Health Serv 1988; 18: 617-627. 4. Fernández Kelly MP. For we are Asold, I and my people. Women and industry in Mexico's frontier. Albany, New York: State University of New York Press, 1983. 5. Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática. Avance de información económica. Industria maquiladora de exportación. México: INEGI, 1992. 6. Calderón CE. Las industrias de exportación y el desarrollo desigual. En: Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer mundo. Maquiladoras. México: Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, 1980. 7. Fuentes A, Eirenreich B. Women in global factory. Edison, N.J.: South End Press, 1983. 8. Cohen S, Williamson G. 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