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Festividad del Dulcisimo Nombre (1986)
Yo te elegía nombres en mi devocionario. No tuve otro maestro. Sus
páginas inmersas en tan terrible amor acuciaban mi sed. Se abrían,
dulcemente, insólitos caminos en mi sangre -obediente hasta entonces-
extraviándola, perturbando la blancura espectral de mis sienes de
niña cuando de los versículos, las más bellas palabras, asentándose
iban en mi inocente lengua. Mis primeras caricias fueron verbos, mi
amor sólo nombrarte y el dolor una piedra preciosa en el tierno clavel
de tu costado herido. Flotaba mi mirada en el menstruo continuo del
incensario ardiente y mis pulsos, repitiendo incesantes arrobada noticia,
hasta el vitral translúcido, se elevaban. La luz estremecíase con
tu nombre, como un corazón era saltando entre los nardos y el misal
fatigado de mis manos cayendo, estampas vegetales desprendía cual
nacaradas fundas de lunarias. Párvulas lentejuelas entre el tul, refulgiendo,
desde el comulgatorio señalaban mi alivio. Y anulada, enamorada yo
entreabría mi boca, mientras mi cuerpo todo tu cuerpo recibía. |
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